Artículo en el Instituto de Fomento

El director y productor murciano acaba de terminar el rodaje de ‘Laberinto de sombras’, un film de terror rodado en Cartagena, con 1,5 millones de presupuesto y más de 30 empresas implicadas

“El equipo humano es más importante que la tecnología”. En esa idea se ha reafirmado el director y productor murciano Federico Alonso, nada más terminar de rodar su último trabajo, ‘Laberinto de sombras’. El filme de terror le ha llevado a encerrarse durante dos meses por las noches en Villa Esperanza, el palacete del siglo XX situado en el cartagenero barrio Peral, con un equipo de 60 trabajadores, a los que se sumaron fantasmas y presencias malignas de guardarropía. Y rayos y truenos de estudio.

Para llegar al estreno de la película a principios de 2022, ha tenido que transformarse en una versión más de sí mismo y de la que menos se habla: el emprendedor cinematográfico. Envuelto en la magia de la ficción, esta figura puede permanecer oculta pero no solo resulta esencial para el objetivo del proyecto, sino que además tiene que desplegar una empresa monumental en un breve espacio de tiempo. “Detrás hay 60 emprendedores; muy complicado, una lucha tremenda”, define el cineasta. Para su proyecto ha sido capaz de sumar voluntades para financiar los 1,5 millones de euros de presupuesto.

¿En qué punto de la producción se encuentra la película?

Ya hemos acabado los dos meses de rodaje. Ha sido espectacular. Un proceso muy largo que empezó hace 9 meses. Ha sido costoso, pero muy gratificante, rodando en Villa Esperanza, la casa colonial del barrio Peral, en Cehegín, en Santa Ana, donde construimos unos decorados de varias estancias de la casa porque se tenía que inundar, y luego tiraban a un actor contra los azulejos. Le dijimos a la dueña de la casa que no se preocupara porque allí no haríamos todo eso. Tuvimos que construir unos decorados fuera. También rodamos en la sierra de Burete. Empezó como un proyecto pequeñito, con un guion de terror, que teníamos claro, pero adaptando la estrategia a España, después de rodar en República Dominicana.

Fue maravilloso, porque empezaron a sumarse profesionales, cámaras, el director de fotografía que ha hecho un trabajo excelente, el director Eusebio Contreras, el equipo de arte Ditirambo, empresas patrocinadoras y, al final, se ha hecho un pelotazo de película. Hemos tenido 30 empresas colaboradoras, 60 trabajadores en el rodaje.

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